Un tranvía llamado Russell.

29/04/2009

Un tranvía llamado Russell.

cartel_la_sombra_del_poder_0101_0.jpgDirector: Kevin Macdonald Reparto: Russell Crowe, Ben Affleck, Rachel McAdams, Robin Wright Penn, Jason Bateman, Helen Mirren, Jeff Daniels Guión: Matthew Michael Carnahan, Tony Gilroy, Peter Morgan

 

El pedestre título de La sombra del poder ya nos avisa de lo que nos vamos a encontrar en el cine, pero por si queda alguna duda lo definiré como un thriller-periodístico-político-conspirativo. Estamos ante la clásica historia de un par periodistas antitéticos entre sí que van tirando de la manta poco a poco y descubren que allí tiene implicaciones hasta el sastre del político, fórmula que ha demostrado su efectividad en numerosas ocasiones y que la cinta de la que hablamos no desmerece en absoluto. Así, tras una velocísima presentación de personajes y escenarios (al pobre Russell lo despachan con un par de planos de su desorden) la historia echa a andar a toda máquina. Se suceden una serie de asesinatos y posteriores investigaciones, amén de numerosos giros y recontra giros conspirativos perfectamente introducidos en la trama. El problema de este tipo de películas con cierta voluntad documentalista y de denuncia suele ser una enorme exposición de datos y un desarrollo muy escaso de personajes, que tan solo son muñequitos al total servicio de la historia, por su parte, la que nos ocupa evita lo primero en parte, pero no lo segundo, quedándonos unos roles muy sencillos y bastante planos; como se echa de menos a Hawks.

 

Hay determinados actores como Orson Welles o Marlon Brando a los que la edad y los kilos de mas no les sientan nada mal a su calidad y solidez interpretativas. Pues bien, en esta cinta Russel Crowe está muy sólido. De hecho hay una escena en camisilla que aquello es de autentico escándalo. Estén atentos a las bromas sobre la “sobrealimentación” del titánico actor, no tienen desperdicio. A lo que vamos. El australiano tiene un personaje divertido, ingenioso, mordaz y heroico en el sentido cotidiano que a todos nos gusta, y él se encarga de hacernos creíble su rol de periodista entregado y algo guarrete, cosa de bastante merito teniendo en cuenta su estatus de mega-estrella multimillonaria. En definitiva logra una actuación natural y muy efectiva que supera con mucho a su impostado e incomprensiblemente oscarizado trabajo en Gladiador (¿Alguien dijo Bardem?). Pero aquí, la “Queen” del meollo interpretativo es sin duda la Mirren, que da una lección de cómo ser carismática sin pasarse toda la película arqueando las cejas y agitando los brazos como una descosida. Algo de culpa tendrá su jugoso papel, que posee las mejores líneas de diálogo, auténticos one-liners bondianos en algunos momentos. Las actuaciones del resto del reparto son muy correctas a excepción de un en ocasiones impresentable Ben Affleck y de una Robin Wright Penn, más conocida como la chica a la que el deficiente mental mas suertudo del cine llamaba “Jen-nnny”.

 

Por su parte el director, Kevin Mcdonald, sabe que tiene en sus manos un guión escrito por tres personas que saben cómo ganarse el pan, así que se deja de tonterías y se dedica a contar la historia con la sencillez, claridad y tono nervudo que exigen este tipo de productos. El montaje y el trabajo de cámara son ágiles y temblorosos, imitando los haceres de la saga Bourne, aunque sin llegar a sus extremos epilépticos (algo tendrá que ver Gilroy en esto), sin embargo, la puesta en escena a veces falla a la hora de plasmar las escenas de acción o de mucho movimiento y éstas quedan bastante muy embarulladas; como se echa de menos a Welles.

 

En su conjunto todos los elementos de la película se conjugan perfectamente para ofrecer un espectáculo digno y con toneladas de oficio, así como un descarnado reflejo de la política y el mundo periodístico. Los autores del libreto, no solo se dedican a mostrar la parte emocionante, sino que se esfuerzan en enseñar el dilema de guardar una información de interés policial, como se crean conscientemente campañas de difamación, o la exigencia esclavista del trabajo de investigación, además de las innumerables corruptelas que rodean al mundo político, terroríficamente reales y cercanas para el espectador. Esta profesionalidad de la que hace gala todo el metraje, la podemos notar en detalles como una iluminación naturalista que transmite sensación de realismo, el cuidado en el maquillaje y la caracterización física de los actores (esa barbita de Affleck en momentos puntuales), así como en la efectividad narrativa, al no recurrir a recursos facilones como explicativas voces en off, rótulos, flashback aclaratorios y todas esas chorriflauteces.

 

En definitiva nos encontramos ante un entretenido y vibrante thriller que esconde en su escena final una bella oda al periodismo serio de investigación, tan deslustrado y vilipendiado hoy día (¿alguien dijo Mercedes Milá?), y que tiene como estrella principal a un enorme, en todos los sentidos, Russell Crowe. Solo se le puede achacar algún que otro patinazo de Affleck y algo de frialdad e impersonalidad general en el metraje. Al final se le perdona todo porque acaba con la mejor canción de The Creedence. Vayan a verla o véanla simplemente, ustedes ya me entienden.

 

3 estrellas y media